El 5 de octubre es una fecha histórica para muchos chilenos y chilenas que, en forma anónima, un poco escéptica quizás, pero con mucho valor y coraje, y un inusitado sentido del deber cívico y democrático, salieron decididos a votar en contra de la dictadura de Pinochet.
Hoy es 5 de Octubre… Amaneció fría la mañana y menos despejado el cielo.
Quizás sin darse cuenta, muchos se sumergieron en la rutina de los días y tomaron desayuno en sus casas, con sus familias, partieron los niños a la escuela, el resto a sus trabajos o a sus otras ocupaciones en la casa o fuera de ella. El ritmo de la calle era el mismo que el normal de cualquier semana, casi como de cualquier día: el flujo vehicular seguramente atochó calles y avenidas en los horarios más fuertes, cuando los buses y los autos se toman la calle rugiendo hacia sus destinos.
El país que está afuera se ve tranquilo, es el 2005: gobierna Ricardo Lagos, en el corolario de su administración: hay buenos índices macroeconómicos y al mismo tiempo, una sensación de prosperidad que no alcanza hasta fin de mes. En los foros públicos y académicos, de vez en cuando y de cuando en vez, se discute sobre la desigualdad en la distribución del ingreso, y este hecho dibuja a fuego la más grande brecha que atraviesa al país. La carrera presidencial estriba en declaraciones sobre la lucha contra la delincuencia, con mutuas descalificaciones entre los propios candidatos. Seguramente hacia este fin de semana, las preocupaciones gravitarán en el partido de las selecciones de Chile y Colombia, con la vaga esperanza de una clasificación que se perdió al iniciarse las eliminatorias.
Hoy se puede hablar de cualquier cosa, se puede comprar casi cualquier producto en las tiendas o por internet. Hay derecho a reunión, a sindicalizarse, a aburrirse, a protestar, a irse, en fin, a casi cualquier actividad pública o privada que se quiera realizar. Quizás falte mucho para resolver los temas de derechos humanos aún pendientes en el país, pero Chile, sin lugar a dudas, es otro país, un rostro diferente, otra sensación.
Hace 17 años atrás, también un 5 de octubre, con temor, ansiedad, apuro, ganas y un lápiz, muchos chilenos y chilenas derrotaron a la férrea dictadura de Augusto Pinochet: se abrieron de verdad las grandes avenidas (al día siguiente, para ser más exactos, en la alameda, avanzando hacia el Palacio de La Moneda, caminando, saltando, bailando por el medio de la calle) y la alegría llegó. Salimos a votar en masa con un inusitado deber patriótico y democrático, casi sin saber lo que era vivir en democracia. Y de un resultado incierto, se pasó a una victoria histórica, inolvidable, que apuró el tranco de la transición y dio paso para elecciones presidenciales libres por primera vez desde la década del ’70.
Quizás hoy podamos ser más críticos y duros en nuestras apreciaciones de cómo realmente llegó esa alegría y si de verdad las grandes avenidas son lo suficientemente amplias, libres y seguras para transitar.
Es probable que muchos que estuvieron allí, hoy no lo estén, o ya no se encuentren con nosotros, o no compartan nuestras ideas ni nosotros las de ellos. Sin embargo, una cosa es segura: si que han cambiado las cosas en nuestro país. Mirando con perspectiva histórica lo que distancia a ambas fechas, el hecho puntual que hoy sea un día absolutamente normal en un día ordinario y corriente de un país en democracia, se lo debemos a lo que fuimos capaces de hacer el día 5 de octubre de 1988. Esto es suficiente para alegrar el día y la vida.
El 5 de Octubre yo no lo olvido, espero que ustedes también lo recuerden con tonificante regocijo y esperanza: es posible, siempre, sí, creer y luchar por un Chile mejor. Vuelvo a lo mío.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2005 (revisitado)
Fotografía: “Lucha del NO” – Todos los derechos reservados ©.