Aprovechemos el tiempo para escribir y dibujar.
Escribiré de las estrellas y usted me pintará un corazón.
Lo guardaré dónde iba el mío.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2014
Aprovechemos el tiempo para escribir y dibujar.
Escribiré de las estrellas y usted me pintará un corazón.
Lo guardaré dónde iba el mío.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2014
Me reúno con el demonio. Hace un calor de los mil diablos. Él, traje y corbata roja, camisa blanca con colleras, todo comprado en París. Bebe agua mineral sin gas. Mira a los ojos, directamente.
Conversamos largo y tendido sobre la situación del mundo. No evita sonreírse sobre las tragedias o las guerras o el hambre o la discriminación. Es más, parece jactarse, sutilmente. Me comenta, como si nada, que él solo «mete la cola»; el resto es cosa de ustedes que, por nada, lo evitan. Eso del libre albedrío. «No son mis reglas; tú sabes como soy yo». Las cosas se podrán peor, anuncia, como quién estuviese ofreciendo más café.
Al final, me mira risueño y pregunta «¿Por qué vienes?».
«Por lo de mi alma» digo y le cambia el rostro.
—No está en venta— dice y se pone en pie. Por primera vez le noto los cuernos. Echa fuego por la mirada. Unos ojos ígneos que parecen surgidos de una ocre pesadilla.
—Mi alma—insisto—No es mía, es de ella. Hubo una confusión. Pero el demonio no está para explicaciones.
—Son míos, entonces— se ofusca.
Pero le digo «Ya no la amo».
Ah, bueno, eso es otra cosa y se rinde.
—
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2014
Fotografía: “Flores”. Original desconocida.
1
Cuando se está demasiado tiempo
en silencio,
el alma se nutre de las palabras
que atormentan la boca.
2
Siento tu presencia más profunda
cada día,
como una penetración de luz
en mi oscuridad,
como una aguja
que teje orgasmos
donde antes se leían versos.
3
Mis alas tienen ese color marrón
de los muertos al nacer.
4
Adoro a los poetas que se atan los zapatos
con versos.
5
¿Será posible el trueque
en la poesía?
Te escribo un verso
y me das un beso.
¿Y por un poema completo?
¿O una oda o un poemario?
6
Los poetas y las musas
beben vino rojo
hasta el amanecer.
Al día siguiente,
se levantan con resaca,
se besan,
se despiden
y se visten
de calle.
Los poetas y las musas
juegan ajedrez
desnudos sobre un piano de cola
negro,
mientras la ciudad se incendia.
Beben vino rojo.
7
Aquí el mar mutó
en desierto
y el cielo
se hizo infierno.
Aquí,
en esta tierra de muertos.
8
Soy un camaleón bohemio
en el callejón carmesí
de tus piernas.
9
De tantos besos crudos
se erizó la almena
de tu vientre.
Así,
desnudos
en la imperfecta arquitectura
de los cuerpos,
me viste ser arena.
10
Mi consuelo
está en tus besos de caracola,
que se enroscan en mi cuerpo
como una enredadera desbocada
que gime en tu interior de hojarasca.
11
Soy tu señor, mi señora.
Mi reino de sangre y hueso
te pertenece.
No tengo más que ofrecerte
que este corazón
que bombea vida y palabras.
12
Al final los poetas ven como las musas
terminan amando a otro,
cada día,
desde siempre.
Los poetas no son bienvenidos
en el infierno de los críticos.
Alguna vez vi un poeta emborracharse
y cantarle corridos a los muertos.
Un poeta no necesita más epitafio
que su nombre.
Si amas a un poeta,
rómpele su espejo.
Ustedes,
los poetas,
y esa manía de creer
que toda luna
aúlla.
La letra pequeña de la poesía
nos puede dejar ciegos.
Los poetas creen verlo todo bien
con los poros.
13
Debe existir un algoritmo capaz de deducir
lo que esconde el rubor alado de un beso.
Me admiro de quienes construyen un universo
a partir de una palabra.
14
En toda luna
hay una marea por nacer.
Una luna sin noche
sigue siendo una perspectiva distinta.
Llueven cometas negros
en el lado oscuro de la luna.
15
Leería en braille todo tu cuerpo,
con la punta de mis dedos,
con las yemas encendidas.
Soy un piano
en sus manos de arpegio.
16
La única ciencia que queda
por estudiar
es la indiferencia.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2013
Compilación de <<100 días en tuiter>>, primera parte.
Fotografía: “Tentación”. Original de Marijana Lucic (Serbia). Usado con permiso del autor. Libre de derechos.
1
He muerto.
Un pedazo de ti se perdió
en un rincón de mi alma.
Ahogado en sargazos,
desangro el aire
con el relente
de tu mirar.
He muerto.
2
Enredados en un mismo surco
somos la semilla que crece
y se desvanece en la arboleda
de nuestras pretensiones
de alma arrinconada.
3
Te brindo el reino de mi alma
para que juegues a la poesía
con tus hadas.
4
Soy un alma en pena
en estas soledades.
5
Mi alma emigró
hacia tu morada.
Cuídala.
Era única.
6
Mis ojos tu alma
mi mirada tus ojos
mi alma tu mirada.
7
Un pedazo de mi alma
se quedó en la bocanada
de tu beso.
8
Ese rincón oscuro que envilece
esa densidad que te posee
eso que te pertenece
ese corazón que me adormece
esa suavidad que persiste.
Alma.
9
Aquellos fantasmas
que me amaron,
cada uno
se adueñó de mi alma;
alguna vez quisieron
ser libres,
pero mi cuerpo
los encadenaba.
10
Oscuro epitafio aquel de las almas
que no amaron con suficiencia.
11
He amado cada rincón de tu cuerpo,
he amado el firmamento de tu alma,
he amado tu mirada sin verla.
12
De tu inspiración alada,
mi respiración agitada.
En un rincón,
un poema.
En un verso,
mi alma.
Y tú,
mirándome
con tus ojos
de fuego.
13
Te amo con solo escribirte,
con solo devolverte la mirada,
de solo imaginar tus labios mordiéndome
el rincón más agudo
que mi alma guarda.
14
Mi alma por tu beso
no es sacrificio.
15
Respiro desde el último rincón
de mi alma.
Desde allí te escribo.
Te beso.
16
El ocaso termina.
Llega el destino.
Clarea mi alma.
Sonríe tu mirada.
17
Arrincóname a besos, alma mía.
18
¿Dónde quedó mi alma,
en qué rincón,
después de tan solo una hora?
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2013
Compilación libre de mi participación en la justa poética
organizada por @Micro_Poesia el 13 de septiembre de 2013.
Fotografía: “Por la Lastra”. Original de @Minipunk Arias (España). Usado con permiso del autor. Libre de derechos.
I
Esa sensación que desestimas
que niegas
que escondes
que justificas
que defines
como un asma en tu alma
esa sensación que es todo
soy yo.
II
Sé que sufres
sé de tu sensibilidad
sé que eres de aire
que flotas en el viento
como una gota
de rocío que migra de lágrimas
cada temporada.
III
He de morir en tu recuerdo
como una gota de lluvia triste
sumergida en la sequedad de un desierto
que jamás ha llorado,
que nunca ha vivido.
IV
Si escuchara tu voz
en el eco de la multitud,
sería capaz de distinguir
tu sonrisa.
V
Amarte a ti.
Amar todo de ti.
Amar de ti lo que sonríe en mi.
Amar lo que eres,
lo que respiras.
Amar que existes.
Amarte toda.
Amarte a ti.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2013
Libro: El albedo de la luna / 2013
Fotografía: “Hada”, de Erica Sansenbag, Buenos Aires, Argentina. Usada por cortesía de la artista.
Yo que soy desierto,
por ti,
podría abrazar el mar
y soñar que soy verso.
Soy verso sentido.
Soy verso,
luego persisto.
Soy verso
con vocación de firmamento.
Soy verso en los labios
de tu alma,
en la boca
de tu boca,
en el culmen
de tu seno
azucarado.
Soy verso
que amanece en ti.
Soy verso
aunque no sea poesía.
Soy verso,
yo que soy desierto,
yo que en tus alas extravié
mi capacidad de ser viento.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2013
Libro: El albedo de la luna / 2013
Publicado en Salto al Reverso / @saltoalreverso
Fotografía: “Desierto culmen”. Original del autor en http://goo.gl/4f1QHc.
Summun jus,
Summa injuria.
Podrás soñarme
forajido,
jamás bandido.
Podrás saberme
corsario,
nunca pirata.
Podrás tenerme
amante,
no mendigo.
Podrás sentirme
luctuoso,
pero no réprobo.
Podrás decirme
poeta,
mas no disipado:
mi
bendita
maldición
la incandescencia,
absoluta
veleidad
de mi ser.
Hazme justicia.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2013
Libro: Escritos Metalúrgicos / 2013
Publicado en Salto al Reverso / @saltoalreverso
Fotografía: “Animita” – Original del autor en http://goo.gl/4f1QHc.
Sé mi estrella fugaz
esta noche
y concédeme deseo,
se mi sed,
satisface mi agonía
con la húmeda virtud
de tus labios de fuego,
mientras el aroma de tu cuello
me tributa el vértigo imposible
de caer en las montañas de tu Luna,
y cavitar succión y descarga
en el paisaje lunar de tu cuerpo,
y descubrir el jengibre oculto
que
sudoroso
empala de tu Venus
cualquier ardiente deseo
indomable
irrefrenable.
No recurro a la virtud
para inmolarme en tus caderas,
cuando miran mi rostro encendido
como un solsticio desbocado,
y me convierto en esa audaz
penetración
que soslaya los atributos
de tu carne,
y se hace presa,
ultimada,
de tus sentidos,
de tu alma.
Eres la fiebre
que tortura mi carne,
eres la piel que bendigo
con los latidos
de mi simiente,
y eres la calma piadosa
en esa tormenta desenvuelta
que no reconoce de límites
ni de cuerpos,
cuando nos entregamos
a la provocación
de una sonrisa cómplice
que se hace relente
entre los dientes salados.
No termina en tu boca el beso
que promete una descarga
de muerte y renacimiento,
y como preámbulo serás quien devore
con tu lengua al depredador,
y quien siendo presa dominada,
sea también mi voraz alimento,
depravado.
Somos hijos del sexo
y padres del amor,
del rigor atado
en las alas
y en los ombligos,
de la trepanación de voluntades
dispuesta
abyecta
para la emboscada de tus caderas:
heme aquí condenado
a ser piedra dura
en tu río de espuma,
mi mirada de infierno,
tus ojos de cielo,
No existe una frontera
para el deseo,
contigo,
no olvides que cambié
mi melancolía por tu cuerpo,
para tatuarme de fiebre
para morir escarchado.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2013
Libro: El albedo de la luna / 2013
Publicado en Salto al Reverso / @saltoalreverso
Fotografía: “Desierto profundo” – Original del autor.
Qué es lo debido,
a firme,
resuelto
que ahuyenta
el profundo abandono,
que embarga de filosas
tristezas,
que habla de soledades
encubiertas
y de vuelos atrapados
en mareas y zozobras,
ennegrecidos como la luz
en una mazmorra
diluida por la desaparición
y la ausencia,
como el hierro congelando
el aliento en la ventisca,
como una perdida que se hace latente
y mentirosa,
como una noche en la que reina
el olvido
y la cruel cicatriz
de sí misma.
En este debido proceso,
el corazón palidece de piedra:
no se acoraza o se acobarda,
simplemente se extingue,
se agota,
al igual que las crudas palabras
que yacen como desperdicio
en los laberintos
que la arena
va agrietando en la memoria
estéril
del desierto
y el tiempo,
como un desliz inveterado,
total.
El corazón
ya no grita
ni el grito
alienta el alma,
traduciendo el ancho silencio
que deja el abandono
en las viejas costumbres
que reflejan
la ausencia de abrazos,
de roces,
de mensajes embotellados,
de lejanas estampillas,
de letras dulces,
de códigos secretos,
de semblantes y caretas,
de tantos objetos
que parecen perennes,
allí siempre,
y que hoy yacen pueriles
y débiles,
inútiles
para el simple entendimiento,
sin comprensión para el que escribe,
sin remordimientos para el que lee.
Me pregunto qué queda
de las brisas,
del cálido viento
que dormía en tus sueños
de ayer
o de aquellas gotas de rocío
pendiendo sonrientes
de tu mirada.
Me pregunto qué queda
de tantas cosas
que alguna vez fueron promesas
labradas a fuego
o gestos suspendidos
en los hombros
o besos profundos
en los labios
o susurros de almíbar
en el vientre
y que hoy son claro vacío
que se vaporiza de la amargura
que tiñe de agonía
la desilusión del día,
la desolación del crepúsculo.
Te olvidas de los muertos
y que más puedes exigir
de aquellos
que en vida,
dejaron de existir
entre condenas
y alegatos de inocencia,
de balada compasión
y muda indiferencia,
y la carga de los huesos
haciendo frente
a la niebla del destino.
Heme aquí
en el lugar impropio
donde el dilema moral
destierra el corazón,
y el amor que fue convicción
de todo
se trastoca en un debido
abandono,
que termina
enloquecido,
fracturado
en el tránsito marchito
que seca incluso esta tinta,
que ya no habla más,
ni siquiera de estrellas
o de tormentos,
que no suspira
por caracolas
o clarividencias,
por más que oprima
el desaliento
de mi pecho,
expulsándolo.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2012
Libro: Escritos Metalúrgicos / 2012
Collage: “A la ribera de ti”. Original de Chicho Valentino (España). Usado con permiso del autor. Libre de derechos.
Porque tú eres perfecto, Dios, y yo soy tan imperfecto, sentenció la voz, quebrando así el silencio del crepúsculo que teñía de oscuridad el aislamiento, y dejando un dolor vivo en los corazones de aquellas almas perdidas y aprisionadas entre estos muros de piedra muerta. Después, el llanto. Una desgarradora sucesión de sollozos y quejidos que se hicieron finalmente silencio, agrietando el propio rigor del silencio. La oscuridad de esa atmósfera asfixiante vulneró la última oposición que la razón puede batallar a la soledad y a la sensación más imperativa que es, abandonar en el capitanear, nuestro propio rumbo del espíritu. Quizás los sollozos se hicieron anónimos en los individuos y sus celdas, pero nadie escuchó nada, esa noche, en esos muros. Nada.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2012
Libro: Escritos Metalúrgicos / 2012
Memorial del 18 de noviembre de 2011. Módulo 91, Alto Hospicio.
Fotografía: “A ti”. Original de Chicho Valentino (España). Usado con permiso del autor. Todos los derechos reservados ©.