En un café

Un ángel.

Me reúno con el demonio. Hace un calor de los mil diablos. Él, traje y corbata roja, camisa blanca con colleras, todo comprado en París. Bebe agua mineral sin gas. Mira a los ojos, directamente.

Conversamos largo y tendido sobre la situación del mundo. No evita sonreírse sobre las tragedias o las guerras o el hambre o la discriminación. Es más, parece jactarse, sutilmente. Me comenta, como si nada, que él solo «mete la cola»; el resto es cosa de ustedes que, por nada, lo evitan. Eso del libre albedrío. «No son mis reglas; tú sabes como soy yo». Las cosas se podrán peor, anuncia, como quién estuviese ofreciendo más café.

Al final, me mira risueño y pregunta «¿Por qué vienes?».
«Por lo de mi alma» digo y le cambia el rostro.

—No está en venta— dice y se pone en pie. Por primera vez le noto los cuernos. Echa fuego por la mirada. Unos ojos ígneos que parecen surgidos de una ocre pesadilla.

—Mi alma—insisto—No es mía, es de ella. Hubo una confusión. Pero el demonio no está para explicaciones.

—Son míos, entonces— se ofusca.

Pero le digo «Ya no la amo».
Ah, bueno, eso es otra cosa y se rinde.

Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2014

@cifuenteslucic

Fotografía: “Flores”. Original desconocida.

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