La otra luna

Ahora resulta que tendré
que aullarle a otra luna,
y gritarle a otros mares,
por sobre el ruido ensordecedor
del retumbo de las mareas,
la imprecisa posesión de tus labios,
y disputarle a la frágil cascada de tu nombre,
el disipado horizonte que amanece en ti,
ese que yace envuelto en la frágil
y conspiradora impudicia
que otorga la cadencia imperiosa y sutil,
de aquellos besos ateridos ante la cruel
evidencia de los días antes del desencanto
y de los incesantes segundos que provee
la despedida y las torpes palabras que vuelan
disputándose la vida,
entre la decepción y el desamor,
o la infinita y cruenta tortura que es,
entre los frágiles silencios desacostumbrados,
dejar de verse y de sentirse
y de tocarse y de fundirse,
renunciando en piruetas a la incierta partida
que produce el descontrol de tus decisiones,
y la vorágine de súplicas que dibujan en tu mirada,
la retirada que debate los distintos tonos
que la esperanza tiñe de negro
por sobre las tinieblas y el cielo,
para así reñirle a las estrellas
su frialdad insondable, intolerable,
codiciando ser como ellas para no
querer de nuevo abrazar el invisible hado de tu espejismo,
en esas noches colosales que la soledad va cristalizando
con la furiosa e insolente derrota de tu ausencia,
perdiéndome en aquellos lares y recuerdos
que traslúcidos y desvencijados,
no dejan de convencerme que los versos
tienen otro sabor en la aventura de tu boca,
y que tu boca ya no está más salivándome
palabras de franca idolatría, de
exquisita salvación.

Reconozco en ti el destino
que la luna le ofrece al lobo,
en la yerma expiación que son los sueños
sin más designio que despertar para no tenerte,
y desearse perdido en las palabras
y en la hambruna de codiciar tu abrazo
con la anónima ceguera que mutila mis manos
y cercena la quieta belleza de tu rostro del ensortijado de mis dedos,
y distingo en el desparpajo de mi cobardía,
todo el desdén que anido en la fortaleza de mi vehemencia,
y soy capaz de mirar en tus ojos
el crudo sabor espartano que un periplo solitario en la tormenta
le brinda al caminante mientras envejece bajo un manto de
oscuros solsticios y encadenamientos lunares,
cuando todas las sombras del día van callando
así de pronto, escondiéndose, evaporándose,
y las luces retraídas y pusilánimes de las promesas y los compromisos,
mueren en nosotros como el polvo de las estrellas que fuimos,
lo que sucedió floreciéndose mucho antes de nacer
y que nos desfloró por siempre después de morir.

—–
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2011
El Color de la Lluvia – 2011

Fotografía: “Luna”.
Original de Marie Pain (Lugar de los Coyotes, Mexico City, Mexico).
Usado con permiso de la autora.
Todos los derechos reservados ©.

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10 respuestas a “La otra luna”

  1. TU VOZ

    Ahora resulta que tendré
    que aullarle a otra luna,
    y gritarle a otros mares,
    por sobre el ruido ensordecedor
    del retumbo de las mareas,
    la imprecisa posesión de tus labios,
    y disputarle a la frágil cascada de tu nombre,
    el disipado horizonte que amanece en ti,
    ese que yace envuelto en la frágil
    y conspiradora impudicia
    que otorga la cadencia imperiosa y sutil,
    de aquellos besos ateridos ante la cruel
    evidencia de los días antes del desencanto
    y de los incesantes segundos que provee
    la despedida y las torpes palabras que vuelan
    disputándose la vida

    MI VOZ

    Hemos perdido las lunas, aquellas que tenían anillos, o la nuestra blanca y apetecible como mi espalda, así decías. Estamos sumidos en una noche eterna donde Orión se ha escondido de suplicios indiscretos. Escucho poco, en realidad sólo a los vestigios que dejó tu voz antes del naufrágio, con tu canturreo y las olas, ahora me basta para entender la música del mundo. Yo he sido un horizonte que se cruzó en tus ojos, desprovista de ropas ajenas y sin condiciones, eso que tu llamas «conspiradora impudicia». Estamos aqui disputándonos la vida, yo rendida te entrego mi esencia hasta que podamos beberla juntos.

    Laberinto a dos voces: Sin lunas

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  2. He leído varias veces este hermoso poema; tú y yo escribimos distinto, pero en nuestras letras aletea el mismo cuidado por ser fieles a nosotros mismos y la misma pasión por la vieja luna.

    Admiro tu dominio del arte poético, yo la verdad que de la poesía solo utilizo la forma (me gusta más), porque lo que realmente hago es prosa poética, ya me he acostumbrado a que sea así, pero no dejo de entristecerme por no haber ahondado más en la técnica.

    Un gran poema, mi espíritu le absorbió, y se acomodó en él, con sorprendente naturalidad.

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  3. Increíble poesía, llena de un tremendo sentido artístico que parece desmoronar y, como dijo Tea, también de quitar el aliento debido a la impresión que produce.

    Yo de poesía me reconozco poco conocedor. Es mucho más lo que me dejo llevar por las letras que los tópicos o las pequeñas reglas que suelen haber. Pero aún así, encuentro ciertas cosas que destacan y hago ver, si no se han visto antes. Y por eso reafirmo lo que digo al encontrarle un sentido artístico; y lo que he visto hasta ahora me parece excelente.

    Muy buenas letras, en verdad. Empezaré a estar al tanto de lo que se escriba por aquí. Así como lo que ya ha sido escrito.

    Saludos

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    • Primero, muchas gracias por tus palabras que me honran y me conmueven, a tal extremo que he quedado pasmado todo este tiempo, incluso ahora, impidiendo, quizás, una respuesta acorde a tu comentario.

      Solo puedo decir que guardaré tus palabras para mi y las grabaré a fuego en mi memoria de mañana, para cuando las tristezas de hoy zozobren mi ánimo y la cadencia suave de ellas, ilumine con suavidad y generosidad -lo que es para mi tu regalo- las sombras que asolan los proyectos y los sueños con la impedimenta mundana de cada día.

      Muchas gracias.

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