¿Dime qué sucede cuando miras la realidad del mundo, desde arriba?
- Me pierdo el sabor que dejan tus besos en el fragor de nuestros labios, rozándose aquí en los fecundos laberintos del amor desmedido que siembra la tierra.
- Dejo de ver el brillo de los ojos de mi hijo cuando me relata, insuflando todo el aire de los vientos, sus disparatadas desventuras en el colegio o en el parque de juegos, en la playa o en el universo paralelo que es su habitación.
- No percibo el compromiso de la gente que trabaja conmigo, codo a codo, cejo a entrecejo, para desarrollar esta región, nuestro mundo, el hogar.
- Dejo de ver las oportunidades de aprehender en el aprendizaje de las lecciones escondidas de mis estudiantes. Seguro.
- No miro la belleza del espíritu de la persona que ausculto, no descubro en ella su historia ni su sensibilidad, su devenir o sus pasos, lo que la hace sentir o madrugar, ser o estar.
- Me repliego por sobre mi hombro, en la pesada iluminación de la razón para no verlos a todos en la igualdad, la fraternidad, la solidaridad.
- No observo la vida natural que se esconde fantasmagórica, entre los recovecos de la gravilla de las calles, en las piedras de las torres, en la maraña de las ciudades.
- Me preocupo de ponderar las aristas de tu disfraz, pero no de disfrutar el goce enmascarado que me dieron tus palabras sensibles en este juego.
- No dejo respirar, hacer, vivir, equivocarse, crecer a quiénes controlo desde los delgados hilos que cuelgan en las alturas de una estúpida y distante decrepitud.
- No miro la acción valiente de tus ojos, cuando decidida, me dices te quiero: yo no soy nada sin ti. Aquí, ahora.
- ¿A usted?
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Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2010
Fotografía: “Desde arriba”, original de Lorena Cejudo (Riviera Maya, México).
Obra usada con permiso de la autora. Todos los derechos reservados ©.