Mi esencia yace en tus ojos.
La tuya hierve en mi sangre.
Lo nuestro es un compartimento estanco
de una aureola y dos cuerpos.
Un velo, una espada.
El ruedo,
la cama,
el salto al vacío.
La dominación de los elementos
surge de recrear tantas veces el momento del deseo
y de arquear tu espalda bajo mi pelvis.
Una vez más te lo pido.
Otra vez más me lo das.
Me devoras.
Me posees.
Me volatilizas incandescente
y tu succión se estampa
en mi hipotálamo,
con la belleza de la unión sublime
y poderosa,
penetrándonos silente
con la profundidad
de un golpe de venablo.
Me hablas dulce al oído,
me gritas sucio a la cara.
Te amo,
me amas.
Tus ojos llenan el espacio vacío
que la tristeza terminó por cicatrizar
áspera en los días del ayer,
en los dolientes y desgravados
momentos del desamor,
de la tortura,
de la absolución.
Me miras con candor,
reservándome el amor
de tus años desnudos,
ahora desvergonzadamente sonriente.
Me gustas.
Te doy,
me doy.
Me devuelves,
te enroscas,
te sales,
te entras.
Húmeda.
Te saltas sobre mi
como buscando la resistencia exacta
que reviste la piel de mis palabras,
la inquieta proporcionalidad
de mis sudorosas verdades,
de mis mentiras escaldadas,
la naturaleza pudorosa de mi amor,
el deseo que termina de morir
en ti como el eco del rocío
en el desierto.
Estoy en ti,
quieto:
te quedas en mi hasta que desaparece
todo el vigor de mi pértiga hundida
en el naufragio voraz de tu laberinto,
aquel pertinaz abrigo
donde encierras la flor
de tu agridulce venera.
Puedo ser,
enhorabuena,
tu último refugio,
la innegable decisión,
valiente,
gravitante,
la primera vuelta
de esta extraña transición,
la final,
ninguna,
la quimera deseada
en la profundidad
de tus ojos,
abiertamente,
cierro,
sello,
lacro,
la búsqueda de la libertad
y la perdición,
la fugaz historia de un amor
escrito con sangre
en el colofón de un libro secreto,
la clave,
el mensaje,
la mirada,
el fin advenedizo de los tiempos,
lo que nos toca vivir,
la fragilidad de sentir,
de desear,
de envidiar a quien te tiene
ahora despeinada y cogida
en el filamento contenido de otro reino,
la distancia intima de mis ansias
de ti
mirando el cielo quemándose
desde el sudeste.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2010
Fotografía: “Despeinada”, original de Chicho Valentino (Madrid, España).
Obra usada con permiso del autor. Todos los derechos reservados ©.
2 respuestas a “Enhorabuena (Cuaderno III)”
‟Catalejo Taquicardia‟, tu nuevo apodo desde este poema que casi me arranca el alma del pecho y me tira de mi silla. No soy crítica, mas sí recipiente ineludible de tu valiente pasión y tu incandescente pluma. Tu poesía es un profundo aliento de vida, bocanada de aire tan inmensa, que me deja enmudecida.
Tienes aquí una ferviente admiradora de las letras que vas dejando por tu camino y que yo sigo sin opción. Ten cuidado con tu inocente pluma, poeta, no vaya ser que un día de estos mates a alguien sin querer: Catalejo Taquicardia.
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O.O
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