- Hoy no has venido y de verdad la vida ya no fue lo mismo.
- Hoy no has venido y de pronto, me sentí desamparado, perdido entre las piras que recuerdan que aquí estuvimos.
- Sabes reconfortarme con la suavidad de tus palabras en cada momento, en cada preciso instante, segundo, secuencia o hecho que logro invadir de tu dominio. Presente o ausente. Palabras que surgen violáceas desde tu boca nadando en torbellino por sobre las nubes y las tormentas -arriba del cielo-, y arreciando en mi para cuando las necesito y también cuando las (re)quiero. Tu aliento impulsa las palabras que constituyen toda una experiencia indivisible, única, bella: el murmullo tranquilo y cercano cuando me abrazas en la oscuridad o el torrencial latente de energía que brota de todos tus poros cuando me amas a plena luz del día.
- De noche me escondo, de día me proteges. Somos como un amor encubierto.
- A eso vine a este mundo, a amarte.
- Y también a fallar, a errar, a equivocarme: para qué existir si la rutina de la perfección no nos deja crecer.
- Me he buscado dentro del error. He descubierto que vivo en el error: de él me nutro, existo, allí soy y estoy. Prefiero el error al horror.
- Un error sería no amarte.
- Un horror sería no arriesgarme a hacerlo.
- Tus ojos tienen nombre. Tu mirada también.
Alejandro Cifuentes-Lucic © 2010 – Libro E
Photograph: Button clusters – Original by Marijana Lucic (Kikinda, Serbia). Artwork used with permission.
Una respuesta a “La naturaleza del día”
¿Qué error puede existir en un caldo de sopa arenosa?
Buscar la argamasa de una vía atolondrada en el firmamento de tu nombre, de un huerto, de un pozo lleno de sal. Amamantar piedras resecas con miradas tiernas. Acometer paseos de pensamientos polvorientos. Allí, en el calor de tus manos escribientes aparece el eco, el eco, el eco, eco … de nuestro horror, pensando que podemos escondernos del amor.
Horror. Error, o Eco.
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