Hay veces que para detener el sangrado es necesario un torniquete bien apretado.
No hay otra alternativa a la mano. Ni hablar de renunciar a este amor, aún cuando este avanzar descontrolado me aleje de aquel punto sabio en el que dolor es sólo una posibilidad, y no la realidad irreversible que se asoma a partir de tantos besos furtivos y de caricias sin inhibición en todos aquellos rincones, escaleras y alcobas que podemos encontrar.
Hay huellas de ti en la habitación.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2010