No me había percatado que mi simple olor pudiera abrir sensibilidades escondidas, ni que mi textura pudiese provocar recuerdos desvocados, al extremo que esos roces de mis labios sobre tu piel o de mis manos sobre tu espalda, incitaran en ti un ahogo enrojecido, un grito reprimido, un suspiro secreto, un cándido orgasmo interior que se abre liberado como caracola en flor hacia la vida, demiúrgica e insoslayable, imparable, como esa dicha temprana e incierta suspendida entre la soledad del día y la perdición de la noche, cada noche.

¿Cuál es la conclusión posible de este acertijo? Me inclino por demostrar el hecho más simple de la complejidad: que yo existo en mi mortalidad y que tú estás viva en la inexorable plausibilidad del aquí y del ahora. No fue hace 22 años ni sucederá en la próxima década: es hoy, aquí, instante en que mi olor abre tus sensibilidades y mi textura te trae recuerdos. Te das cuenta. Yo soy.

Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2010

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