Porque tú eres perfecto, Dios, y yo soy tan imperfecto, sentenció la voz, quebrando así el silencio del crepúsculo que teñía de oscuridad el aislamiento, y dejando un dolor vivo en los corazones de aquellas almas perdidas y aprisionadas entre estos muros de piedra muerta. Después, el llanto. Una desgarradora sucesión de sollozos y quejidos que se hicieron finalmente silencio, agrietando el propio rigor del silencio. La oscuridad de esa atmósfera asfixiante vulneró la última oposición que la razón puede batallar a la soledad y a la sensación más imperativa que es, abandonar en el capitanear, nuestro propio rumbo del espíritu. Quizás los sollozos se hicieron anónimos en los individuos y sus celdas, pero nadie escuchó nada, esa noche, en esos muros. Nada.
Alejandro Cifuentes-Lucic © Catalejo 2012
Libro: Escritos Metalúrgicos / 2012
Memorial del 18 de noviembre de 2011. Módulo 91, Alto Hospicio.
Fotografía: “A ti”. Original de Chicho Valentino (España). Usado con permiso del autor. Todos los derechos reservados ©.